17 mayo 2011

Dormías cuando llegué, te vi en la cuna. Te despertaste rapidito y fui al cuarto, donde estabas con papá. ¡Qué linda bienvenida me diste! Pensé que sería más lento, de a poco la confianza, pero me equivoqué: apenas me viste, te me tiraste encima y escuché como le susurrabas a papá que nos dejara solas.
Qué lindo tenerte, con la cabeza en mi hombro, tan cómoda envuelta en la manta blanca, ya te sostenés derechita, impecable. Fueron unos minutos, hasta que empezaste a reclamar por alimento.
Otro día la seguimos, pequeñuela.